Qué son los trastornos del lenguaje en la infancia, cuáles son las señales de alerta más comunes y cómo acompañar a los niños desde casa y la escuela.
El lenguaje es una herramienta fundamental para comunicarnos, aprender y vincularnos con los demás. En la infancia, su desarrollo sigue una secuencia esperada, pero en algunos casos puede presentar demoras o alteraciones que afectan la comunicación. Detectar a tiempo estas dificultades es clave para ofrecer a los niños y niñas el acompañamiento que necesitan.
En este artículo te contamos qué son los trastornos del lenguaje, cuáles son las señales de alerta a tener en cuenta y cómo pueden colaborar las familias y docentes en el proceso.
¿Qué son los trastornos del lenguaje?
Los trastornos del lenguaje son alteraciones que afectan la capacidad para comprender, expresar o utilizar el lenguaje de manera
 adecuada según la edad. Estas dificultades pueden darse tanto en el lenguaje oral como en el escrito, y pueden presentarse de
 manera aislada o asociadas a otras condiciones del desarrollo (como el Trastorno del Espectro Autista, la dislexia o trastornos neurológicos).
Existen distintos tipos de trastornos del lenguaje, entre ellos:
Trastorno del lenguaje expresivo: el niño tiene dificultades para expresar ideas con palabras, aunque puede entender lo que se le dice.
 
-	Trastorno del lenguaje receptivo: hay dificultades para comprender lo que otros dicen.
-	Trastorno mixto: se combinan problemas de comprensión y expresión.
-	Trastornos fonológicos: afectan la pronunciación y la articulación de los sonidos.
Señales de alerta según la edad
Cada niño tiene su propio ritmo de desarrollo, pero hay ciertos indicadores que pueden ayudarnos a detectar si algo no está evolucionando como se espera. Algunas señales de alerta comunes incluyen:
  ● Antes de los 2 años:
-	No balbucea o lo hace muy poco.
-	No responde al nombre.
-	No señala objetos o no intenta comunicarse con gestos.
-	No dice palabras simples como “mamá” o “agua”.
  ● Entre los 2 y 3 años:
-	Usa muy pocas palabras para su edad.
-	No forma frases simples.
-	Le cuesta hacerse entender por personas fuera de su entorno cercano.
-	Parece no comprender instrucciones simples.
  ● Desde los 4 años:
-	Tiene un vocabulario limitado.
-	Su habla no es comprensible para la mayoría de las personas.
-	Tiene dificultades para contar lo que le pasó o expresar ideas.
-	Se frustra fácilmente al intentar comunicarse.
Si notás una o varias de estas señales, lo mejor es consultar con profesionales especializados, como fonoaudiólogos o psicopedagogos.
¿Qué hacer si sospechamos de un trastorno del lenguaje?
La detección temprana es fundamental para evitar que las dificultades en el lenguaje afecten otras áreas del desarrollo,
 como el aprendizaje o la autoestima. Frente a la sospecha de un trastorno, es importante:
Consultar con un profesional: un equipo interdisciplinario puede realizar una evaluación adecuada y orientar el tratamiento necesario.
Evitar comparaciones: cada niño tiene su propio ritmo; comparar constantemente puede generar ansiedad o frustración.
Estimular sin presionar: conversar, leer cuentos, cantar canciones o jugar con palabras son formas valiosas de acompañar el
 desarrollo del lenguaje de manera amorosa y natural.
Acompañar emocionalmente: escuchar, validar y contener al niño es tan importante como cualquier intervención técnica.
El rol de la escuela y la familia
Tanto la familia como los docentes cumplen un papel clave en la detección y el acompañamiento de los trastornos del lenguaje.
 Algunas recomendaciones incluyen:
-	Estar atentos a las señales sin alarmarse, pero sin subestimarlas.
-	Comunicar las observaciones entre familia y escuela.
-	Acompañar los tratamientos con continuidad y compromiso.
-	Valorar los logros, por pequeños que parezcan, y reforzar la confianza del niño.
Recordá que, con un acompañamiento adecuado, muchos niños logran superar o compensar sus dificultades y desarrollarse plenamente.
Conclusión: 
Los trastornos del lenguaje en la infancia pueden presentarse de formas muy variadas, pero cuanto antes se detecten, mayores serán
 las posibilidades de intervención efectiva. Escuchar, observar y actuar con sensibilidad puede marcar una gran diferencia
 en el desarrollo de un niño.